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Micelio conceptual

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“¿Cuándo empezaste a recomponer las piezas?” (Ahmed, 2021, p. 64) se pregunta Sarah Ahmed en su libro Vivir una vida feminista, donde sus reflexiones sobre la consciencia y la experiencia feminista están relacionadas a reconocer el sexismo y el racismo como sistema de opresión que hago extensivas al especismo ya que:

“podemos pensar entonces la consciencia feminista no solo en el sentido de una mera consciencia del género en cuanto limitación de posibilidades, sino como una consciencia de la violencia y el poder que subyacen a los lenguajes del amor” (Ahmed, 2019, p. 178).

Ahmed (2021) explica que el feminismo es sensible a las injusticias del mundo en que vivimos y ser feminista conlleva enfrentarnos a las reacciones fuertes y duras que surgen de las críticas que hacemos a dichas injusticias. Por otro lado, explica que la consciencia feminista llega en un momento en el que las cosas empiezan a cobrar sentido, se comienza a reconocer cómo se inflige la violencia. Por esto, hacerse feminista no es fácil ni directo, es redescribir el mundo que habitamos pero debemos permanecer junto a los daños, las maldades (Ahmed, 2021).

De la mano de lo que explica Ahmed sobre la importancia de nuestras experiencias está lo que afirma Joan W. Scott (2001) respecto a que la experiencia no es el origen del conocimiento o la evidencia sobre lo que se explica sino lo que se quiere explicar:

Hacer visible la experiencia de un grupo diferente pone al descubierto la existencia de mecanismos represivos, pero no su funcionamiento ni su lógica internos: sabemos que la diferencia existe, pero no entendemos cómo se constituye relacionalmente. Para eso necesitamos dirigir nuestra atención a los procesos históricos que, a través del discurso, posicionan a los sujetos y producen sus experiencias (Scott, 2001, p. 8).

La experiencia vista como lo que buscamos explicar implica darle historicidad (Scott, 2001), lo que para esta investigación sería darle historicidad a las experiencias feministas para entender el orden especista y a la especie como mecanismo para (re)producir la dominación de lxs animales alter-humanxs en el contexto histórico-económico-político-colonial de América Latina.

Esto último se refleja también en la metodología de manera que deja registro de las historias de animales alter-humanxs a través de los relatos de las feministas antiespecistas; contribuiría así a tornar audibles sus voces dicientes, que tanto hemos silenciado.

 

Anteriormente he mencionado que las experiencias de las feministas son situadas; por esto, retomo lo que explica Iris Marion Young (citada en Bach, 2010) sobre que la experiencia tiene una connotación de contexto y acción, hablar sobre experiencia es “… detallar los sentimientos, descubrir lo motivos y las reacciones de las y los sujetos a la vez que mostrar cómo afectan y son afectados por el contexto en el que están situados” (Bach, 2010, p. 112). La experiencia nombra un momento de agencia creativa en procesos sociales, que no puede ser finalmente completada o categorizada por las estructuras opresivas dominantes (Bach, 2010).

Describir las experiencias de opresión y la agencia creativa de lxs oprimidxs puede ayudar a la resistencia y al surgimiento de concepciones alternativas (Bach, 2010, p. 113). Por esto, más adelante propongo la categoría “experiencias generadoras del devenir antiespecista” para explicar los sentipensares y acciones que surgieron en las feministas a raíz de experiencias puntuales con otrxs animales; y que con el tiempo se transformaron en activismos.

La palabra especismo fue usada por primera vez en 1970 por el psicólogo clínico británico Richard Ryder para analizar el uso de animales en experimentaciones científicas recalcando la sintiencia. Una primera definición se conceptualizó como la discriminación basada en la especie  (Aboglio, 2009).

El análisis y la crítica de Ryder surge en el contexto de otras luchas posteriores a la Segunda Guerra Mundial en las décadas de los años sesenta y setenta del siglo pasado: antirracistas, anticlasistas, feministas, descolonizadoras, indígenas, ecologistas, entre otras[1] (A. G. González, 2016), por lo que, el especismo aparece imbricado con el racismo, el sexismo y otras discriminaciones (Aboglio, 2009).

⭐Ryder no entendía por qué estas otras luchas no habían considerado a los animales alter-humanxs, tampoco entendía la tolerancia de lxs humanxs ante el dolor, miedo y angustia que produce la experimentación animal (Ávila Gaitán, 2020).

Cincuenta años después el concepto ha cambiado para responder al contexto “en sintonía con la crisis de la modernidad dominante tras la rebelión de las y los Otros del Hombre (mujeres, poblaciones racializadas y pauperizadas, niños, animales, etc.)”  (Ávila Gaitán, 2020).

De acuerdo con Ávila especismo es:

[…] un complejo orden tecnobiofísicosocial, es decir, todo un conjunto de relaciones históricas que re/producen sistemáticamente la dominación animal y que se basan en la dicotomía jerárquica humano/animal. Este orden se compone de dispositivos como los bioterios (los mismos denunciados por Ryder y que producen los llamados “animales de laboratorio”), los zoológicos y museos (que producen los llamados “animales salvajes”) y las granjas tecnificadas junto con los mataderos (que producen y sacrifican los llamados “animales domésticos”). Se trata de un orden complejo de escala global, que privilegia a quienes se acercan al Hombre moderno en tanto ideal normativo y que funciona a través de discursos zootécnicos, biológicos, veterinarios, nutricionales, de marketing, etc.

El especismo, así comprendido, es indisociable de otros órdenes como el (hetero)patriarcado, el racismo estructural o la colonialidad, el capitalismo, etc. (2020, p. 4).

Para Donna Haraway (2019a) devenir-con es el proceso en el que construimos las relaciones entre humanos, animales y otros “bichos” (critters) que nos acompañan y constituyen, “Ser uno es siempre devenir-con muchos” (Haraway, 2019a, p. 27). Tiene que ver con las alianzas, los parentescos.

Haraway se inspira en el estar-con propuesto por Vinciane Despret (2004) para explicar que ser compañerx es en relación con las formas de estar-con otrxs desde el cuerpo. De manera que estos devenir-con dan lugar a lo que llama especies compañeras: “una herramienta para la creación de narrativas que reconocen a los seres de otras especies como presencias significativas junto a las cuales los humanos co-evolucionamos y co-habitamos un espacio común” (Haraway, 2019a, p. 23).

⭐Haraway (2019b) usa la expresión critters (bichos) para referirse a animales humanos y no humanos, plantas, microbios, incluso hasta máquinas.

Devenir-con será entonces “la noción fundamental para referirse a la relacionalidad constituyente de los encuentros humano-animal” (Haraway, 2019a, p. 23).

Si bien Haraway no es animalista ni antiespecista, devenir-con y estar-con me permiten explicar el devenir antiespecista como un proceso relacional con otrxs animales en los que media la experiencia de las mujeres y los vínculos.  Soy consciente de que la propuesta de Haraway sobre especies compañeras se estrella con un límite desde el punto de vista antiespecista cuando ella no cuestiona el “sacrificio” animal con fines de explotación y otras prácticas especistas.

Para dar cuenta de nuestro contexto actual, histórico, político y colonial que representa América Latina considero apropiado el análisis interseccional de los feminismos, el cual permite vislumbrar el orden especista interconectado con el racismo y el sexismo a través de la animalidad.

Definir al veganismo como un conjunto de prácticas situadas implica necesariamente visibilizar las imbricaciones que existen entre las distintas formas de opresión para, como consecuencia, plantear una propuesta política antiespecista que sea antiopresora, antisexista y antirracista, como lo hacen las feministas negras veganas (Feliz Brueck, 2020; Harper, 2010; Ko y Ko, 2017).

⭐Ante el especismo, en específico en contra de la explotación animal, surge en 1944 el término vegan acuñado por Elsie Shrigley y Donald Watson fundadores de The Vegan Society.

 

En coherencia con lo anterior, me posiciono siguiendo las definiciones planteadas en los ECA latinoamericanos, en los que los veganismos son

[…] prácticas heterogéneas y multisituadas, orientadas a constituir formas de vida o territorios existenciales compuestos por humanos y no humanos y, ante todo, capaces de abolir el especismo en tanto orden tecnobiofísicosocial de escala global que re/produce sistemáticamente la dominación animal (Ávila Gaitán, 2020, p. 4).

Plantear de esta manera al veganismo abre posibilidades a las diversas prácticas que responden al contexto desigual, colonial y marcado por la violencia e injusticia que actualmente viven las mujeres, en particular, en América Latina. Así, los veganismos como prácticas situadas forman parte del antiespecismo que persiguen las feministas.

La epistemología del pensamiento feminista negro fomenta un cambio esencial en la forma de pensar las relaciones de poder injustas,

Al adoptar un paradigma de opresiones interseccionales de raza, clase, género, sexualidad y nación, así como la agencia individual y colectiva de las mujeres negras dentro de ellas, el pensamiento feminista negro reconceptualiza las relaciones sociales de dominación y resistencia (Collins, 2000, p. 273).

Al tomar en cuenta que las prácticas especistas se instauran en las relaciones desiguales de poder según la especie, considero útil la matriz de dominación como herramienta del análisis interseccional de opresiones, para visibilizar cómo se organiza el poder del especismo de América Latina de acuerdo con las experiencias situadas de las feministas,

La interseccionalidad se refiere a formas particulares de opresión entrecruzada, por ejemplo, intersecciones de raza y género, o de sexualidad y nación. Los paradigmas interseccionales nos recuerdan que la opresión no puede reducirse a un tipo fundamental, y que las opresiones trabajan juntas para producir injusticia. En contraste, la matriz de dominación se refiere a cómo se organizan realmente estas opresiones que se entrecruzan. Independientemente de las intersecciones particulares involucradas, los dominios de poder estructurales, disciplinarios, hegemónicos e interpersonales reaparecen en formas muy diferentes de opresión (Collins, 2000, p. 35).

Por lo tanto, la matriz de dominación representa la forma en que el poder está organizado en una sociedad determinada, visibiliza los indicadores de diferencia que hacen que las mujeres vivan las opresiones interseccionales (Collins, 2000),

Hay dos características en cualquier matriz: 1) cada matriz de dominación tiene una particular disposición de los sistemas de intersección de la opresión; y 2) la intersección de los sistemas de opresión está específicamente organizada a través de cuatro dominios de poder interrelacionados: estructural / disciplinario / hegemónico / interpersonal. La intersección de vectores de opresión y de privilegio crea variaciones tanto en las formas como en la intensidad en la que las personas experimentan la opresión (Collins en Truth et al., 2012, p. 36).

Usaré la matriz de dominación para visibilizar los retos a los que se enfrentan las feministas antiespecistas en sus activismos al poner en acción sus agendas en pro de lograr cambios estructurales y enfrentar el especismo y a sus propias opresiones. Ya que, si bien luchan por la liberación animal, comparten otras causas relacionadas con la opresión de las mujeres en el contexto actual.

En la antropología, el giro ontológico abarca procesos y prácticas alternativas al pensamiento dicotómico que separó a la naturaleza de la cultura, el cual definen como:

[…] conjunto de planteamientos que coinciden en su búsqueda por formular alternativas teóricas que apunten a reconocer formas de conceptualización de la naturaleza diferentes a las que dominan en el naturalismo heredero de la racionalidad moderna occidental […] El giro ontológico representa una empresa intelectual de particular envergadura: pretende disolver las certezas que forjó la modernidad sobre la naturaleza al juzgarlas reduccionistas, etnocéntricas, anticuadas y, hasta cierto punto, ingenuas.  (Ruiz Serna y Del Cairo, 2016, p. 194).

Los cambios ontológicos identificados en las narrativas y activismos de las feministas antiespecistas entrevistadas en esta investigación dan cuenta de un pensamiento alternativo que las redefine como animales humanos y reconoce la cualidad de personas en lxs animales alter-humanxs.

En consecuencia, el giro ontológico me permite dialogar con las ontologías que reivindican las mujeres organizadas en Abya Yala. Este diálogo es un intento por establecer conexiones parciales (de la Cadena, 2020) que expliquen el devenir antiespecista.

Ontologías como la del Pueblo Maya han sido caracterizadas como relacionales. Arturo Escobar (2014) explica que las ontologías son las premisas que grupos sociales mantienen sobre las entidades reales en el mundo. La ontología del pensamiento moderno es dualista ya que se basa en separar conceptos como cultura y naturaleza.

 

Por otro lado, las ontologías relacionales son:

aquellas en las cuales los mundos biofísicos, humanos y supernaturales no se consideran como entidades separadas, sino que se establecen vínculos de continuidad entre estos. Es decir, en muchas sociedades no-occidentales o no-modernas, no existe la división entre naturaleza y cultura como la conocemos y, mucho menos, entre individuo y comunidad —de hecho, no existe el “individuo” sino personas en continua relación con todo el mundo humano y no-humano, y a lo largo de los tiempos— (Escobar, 2014, p. 59).

En una ontología relacional, “la realidad no es simplemente observable sino constituida por medio de prácticas específicas en las que participan humanos y no-humanos; en consecuencia, distintas prácticas posibilitan la emergencia de diferentes realidades.” (Ruiz Serna y Del Cairo, 2016, p. 202).

Las ontologías enactúan verdaderos mundos a través de las prácticas (Escobar, 2014) por esto analizar este cambio me permite explicar las ideas sobre las que se sustentan los activismos antiespecistas de las feministas. En particular, usaré el concepto maya de o’tan (corazón) para explicar las formas en que las activistas adoptan el lema “todxs somos animales” y otras prácticas antiespecistas.

O’tan en maya tseltal y anima k’ux en maya kaqchikel es traducido al castellano como corazón. María Patricia Pérez Moreno explica que para la cultura maya tseltal el corazón no solo es un órgano del cuerpo sino una forma de “ser-estar-sentir-decir-hacer-pensar” (unstalel en maya tseltaletik) (Pérez Moreno, 2012, p. 203). Para Pérez Moreno (2012) el corazón se “usa” para todo; se usa el corazón, no la cabeza, pues todo brota de él, los sentimientos, los pensamientos, el conocimiento, los sueños, la forma de ser, las palabras, la verdad.

“El corazón refleja la vida, por eso se considera que todo está vivo y tiene corazón: las montañas, el agua, la tierra, el maíz, los animales, las plantas, los rayos, la lluvia… Pero sobre todo, tener corazón implica sentir” (Pérez Moreno, 2012, p. 203).

Para replantearnos nuestra existencia respecto a otrxs animales propongo recurrir al o’tan (corazón). Así pues, un desplazamiento ontológico podría suceder cuando reconocemos que todos tienen o’tan, ya que,

[…] todos los seres son sujetos porque poseen corazón, es decir, valor, dignidad y espíritu, entonces, las formas de vida no humanas que existen sobre la tierra también tienen su propio modo de racionalidad. Con esto se pone en cuestión la definición tradicional del hombre como un ser superior a otros debido a su razón (Tapia González, 2015, p. 263).

El principio de que todo y todxs tienen corazón me da una herramienta para romper con las dicotomías que dividen lo humano y lo no humano ya que posiciona a todxs los seres en un mismo plano como sujetxs con dignidad, que piensan y sienten. Es decir, permite un desplazamiento ontológico respecto a la concepción de lo humano y lo animal, esencial en el antiespecismo.

Por otro lado, retomar el corazón de los pueblos originarios de Abya Yala para hablar de antiespecismo me permite ir más allá del sesgo andro-antropocéntrico heredado del pensamiento occidental que divide a la razón de las emociones, invitación que nos hacen ecofeministas como Alicia Puleo (2021), para proponer que los activismos de las feministas antiespecistas reconocen que otrxs animales tienen corazón ya que,

Si la concepción tseltal del corazón ha persistido a lo largo del tiempo, podríamos pensar, que es porque ha podido adaptarse a los contextos y seguir cumpliendo una función dentro de la vida cotidiana de los hombres y mujeres, la de vivir, pensar, decir, actuar y sentir la vida desde, con y para el corazón (Pérez Moreno, 2012, p. 36).

Por lo que planteo que las prácticas antiespecistas situadas de las feministas son una forma de corazonar el antiespecismo; es decir, integran en los activismos el corazón como el lugar de donde surgen el pensamiento consciente y lógico, las emociones, la sabiduría, el ser y el actuar. Es al pensar desde las afectividades (Pérez Moreno, 2012) que logramos ubicarnos como iguales con otrxs animales.

Por último, corazonar da como resultado el pensamiento de la mano de los sentires, de tal cuenta que también recurro a la concepción sentipensar para denotar aquella acción que proviene del corazón; es decir, de la razón-emoción-sabiduría.